sábado, 22 de noviembre de 2008

Decir el tiempo


Hasta los más recalcitrantes sucumben al deseo paterno de la fotografía, a los ademanes esquivos de la identidad. Se trata de un acomodo premonitorio en nuestro acabamiento. Cuando Eva Rubinstein fotografía a su hijo David en 1969, en esa imagen están encerrados todos los retratos posibles, incluido el realizado doce años más tarde junto a Judianna. Todas las fotografías, especialmente aquellas que pertenecen a la hora adolescente, deberían titularse El ensueño, como la realizada por Manuel Alvarez Bravo en 1931: dormita en ellas, debido a un misterio único que les pertenece, lo que siendo ya está impelido a manifestarse algún día de forma inevitable. En cada hombre aguardan su luz, pacientes, los retratos que le han sido asignados, e incluso aquellos que nunca conocerán los ojos de este tiempo.
Foto. Alain Moïse Arbib, Testamento, PUZ (2008)

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