sábado, 6 de diciembre de 2008

Consumiendo las suelas y los días


Recuerdo una fotografía en la que miles de zapatos aparecían amontonados, enmudecidos: cientos de mañanas acalladas en un campo de exterminio. Afirman, en cualquier caso y para siempre, una pertenencia carnal: los zapatos que Robert Doisneau fotografió en el vestuario del Central Sporting Club (1954), los de García-Alix, que de forma reveladora le sirven de autorretrato, se adelantan al cabo, murmuran el modo decidido y voraz en cómo van consumiéndose las suelas, y los días.
Foto. Manuel Sonseca, Madrid (1999)
Unos zapatos vacíos son un hueco inalienable. Podemos ocupar prendas que han tenido aliento y conservan ademanes propios. Pero los zapatos adoptan el modo del caminar, la pesantez real del paso del hombre, del propietario de ese camino. Los zapatos perpetúan el desvanecimiento del que anda, y se deforman bajo el perfil personalísimo de un tiempo recorrido: por eso es imposible usar otros zapatos, otro tiempo que no sea el que nos pertenece.
Alberto García-Alix, Autorretratos, H2O (2001)

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