domingo, 23 de noviembre de 2008

Se veía venir

En el retrato se adivinan los rasgos del presentimiento: adelanta un rostro desposeído y anuncia nuestra memoria desde el primer momento. Mientras tanto va relatando, paciente y seguro, el desenlace incuestionable del tiempo. Las fotografías lapidarias parecen decir: “se veía venir”.
Los retratos son el anuncio de una visión, premonitoria necesariamente, de una derrota, o mejor dicho, de un triunfo insensato. Los ojos de los hombres en las imágenes cuentan la historia de un reconocimiento al desplegar en abanico las etapas del olvido. El envejecimiento es el modo en cómo descubrimos nuestro parecer oculto, que es el último. Las otras fotografías no son sino preámbulos, noticia de lo que voy a dejar de ser hasta componer mi verdadero retrato. "Comprobé con horror -confiesa Gabriel García Márques en su novela Memoria de mis putas tristes- que se envejece más y peor en los retratos que en la realidad". Envejecer es encontrarse, ceder y prescindir hasta dar con la pose diáfana, la que no necesita mirar más allá porque definitivamente ha llegado.
Foto. Marga Clark, De profundis (1990)

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